Federico Luppi: Ojo por ojo


"Tengo habilidad para hacer cosas de mi exclusivo gusto"

El actor regresa al teatro el próximo viernes con Ojo por ojo, dirigido por Augusto Fernandes. La nostalgia del campo y el recuerdo de un golpe irracional que le marcó la vida.

Estuvo en lugares increíbles de la naturaleza, se tiró en el pasto de esos paisajes, miró hacia el cielo y pensó que le gustaría terminar sus días ahí. Esos recuerdos evoca Federico Luppi cuando piensa en sus viajes por el campo argentino o por zonas rurales de España. Se identifica con esa vida. La silla en la puerta, las hojas que vuelan, un río, un arroyo. A los 80 años, el actor viaja en colectivo y no abandona el traje impecable y el pañuelo en el cuello, aunque la térmica llegue a los 30 grados. Añora otro ambiente, alejado del ruido compulsivo y los edificios altos, pero dice que ese sueño no lo cumplirá jamás.

–¿Por qué?
–Porque me convertí en un dinosaurio citadino.

Federico Luppi estrenará el viernes próximo la obra Ojo por ojo, en la que actúa junto a Érica Rivas y Darío Dukah, dirigidos por Augusto Fernandes, un artista de larga trayectoria y maestro de actores. El espectáculo es una versión libre del clásico Acreedores de August Strindberg. Hay algo que sorprende acerca de este estreno: es la primera vez que Federico Luppi interpreta un texto clásico. El actor de las películas Plata dulce o Martín (Hache) nunca interpretó textos de un autor histórico y consagrado. "No me tocó, no sé por qué. Lo hubiera hecho. Siempre hice obras más contemporáneas. Los autores clásicos te patean al ego. Uno se pregunta si está a la altura, si puede hacerse cargo de ese texto. Es arañar el cielo con las uñas del dedo gordo", piensa.

–¿Todavía siente la necesidad de actuar?
–Nunca me lo pregunté. Ha formado parte de mi modus operandi en lo vital. Tal vez lo pensaría si tuviera una jubilación extraordinaria. Pero no la tengo. Igual, me gusta actuar. A veces me da mucha rabia, me siento frustrado si no me sale bien. Nunca se me ocurrió que tenía que dejar de actuar. Todavía me siento con fortaleza y con ganas. Pero además me pregunto, ¿qué hago si no actúo? ¿Me pongo a hacer barquitos con fósforos? Y eso que yo soy un individuo especialmente dotado para no hacer nada. Me gusta mucho el ocio. Sería capaz de tener una vida cómoda y plena no haciendo nada, sin ningún tipo de obligación ideológica, moral ni política. Tengo una gran habilidad para hacer las cosas que son de mi exclusivo gusto y ganas. Pero también pasa que cuando uno está mucho tiempo haciendo nada y se dedica a leer y hacer huevo, se plantea: "Hoy quiero hacer cine"; "Hoy quiero actuar" y esos caprichos no se mantienen en la vida actual que lleva el mundo. Buenos Aires no escapa de eso.
–¿El ocio está subvalorado?
–El tiempo de ocio se desconoce. Hay una condición bastante terrorífica del mundo actual. El futuro es algo que asusta a todo el mundo. Es muy difícil que un chico de 18 años no tenga cierto temor a preguntarse qué hará mañana. Entonces, independientemente, hagas mucho o poco, la vida te marca los pasos con una constancia un poco de vigilante. Cuando yo era chico, en mi familia había una estructura cotidiana previsible. Las cosas estaban escritas para que sucedieran según te habían dicho. Las primas lindas se casaban jóvenes y tenían cuatro hijos, promedio. Una era maestra, alguno se iba a estudiar y era abogado. Pero cuando uno descubre la gran ciudad, como me pasó a mí de grande, descubre la complejidad y la perversidad del mundo urbano y no es fácil. Más allá de la aglomeración, hay un espacio interior que no existe. Pugna por abrirse camino, pero no está. Uno está como que le falta el aire, a mí me costó mucho eso.
–¿Pero esa vida no es contradictoria con el deseo de ser actor?
–Sí, es totalmente contradictoria. Porque si yo hubiese podido ser actor en la chacra, lo hubiera hecho. Pero es una carrera que te obliga a todas esas cosas que con el tiempo son disfraces del no ser. Me acuerdo que una vez, hace muchos años, yo ya era un actor al que nombran prestigioso y me pidieron hacer una nota en una estancia. Les dije que no, que no voy a hacer una nota en una estancia si no soy estanciero. Ahí te das cuenta que se intenta edificar una figura a través de mentiras piadosas. Se maneja, mal o bien, pero es un camino donde las trampas ni siquiera son mortales, son tontamente peligrosas, nada más. Hoy lo vemos, ¡vamos! en las colas y todo eso….
–¿No nos espera un futuro mejor?
–Y… La andadura del mundo actual está marcada por un sesgo ultraconservador. La idea de parecer y no ser ha ganado el lugar de la imagen real. La pinta, la imagen, la cirugía y el botox, todo aquello que tiene que ver con entregar tu personalidad, es lo que predomina.

Luppi dice que los mejores años de su vida fueron entre 1983 y 1997. En esa época, vivió en una quinta en Maschwitz. Corría todos los días, se sentía saludable y "tenía un grado de soledad bueno". En lo laboral, trabajaba mucho y filmó películas, muy exitosas. Le gustaba combinar su carrera y el entorno natural. "No es cuento el tema de los árboles, los pájaros. Tenía frutales, castañas, la pasé muy bien. Pero después vino el corralito y me fui a España", dice.

–¿Le generó una depresión el corralito?
–Sí, y bronca e impotencia. Cuando sucedió, yo estaba en Uruguay filmando. Apareció la noticia del criminal de Cavallo y lo primero que pensé es que había oído mal. No lo podía creer. Uno va al hospital para que lo curen y no imagina que lo esperan con una sierra para cortarle el brazo. Yo no esperaba que un banco me robe. Cuando era chiquito, los chacareros dejaban su plata en el Banco Provincia, que se las cuidaba para toda la vida. Yo pensaba eso de un banco, que era un resguardo para toda la vida. Y me encontré todas las mañanas, haciendo cola en un banco, bien temprano, para que me dieran por semana 100 dólares de mi propio dinero.
–¿Qué sintió?
–Fue una caída del catre de un hombre grande. No me había pasado nada tan terrible antes. Y en un segundo, la perversión de cuatro o cinco sinvergüenzas, miserables, ladrones, roban un país y no les pasa nada. Centenares de miles de personas perdieron la vida, jubilados que se suicidaron. Es una perversión que supera cualquier tipo de crimen social, porque está basado en lo que llamaríamos romper los contratos de buena fe. Una estafa legal, armada  en función de la timba de las corporaciones. Ellos hicieron la timba, perdieron y juntaron la cabeza de todos los argentinos para pagar. Lo viví mal. Físicamente mal. Me acuerdo que me salió un sarpullido fuerte en la espalda y me dije "me voy a España porque acá en Argentina o mato alguno o me voy a enfermar".
–¿Fue un ingenuo?
–Fui un adulto iluso. Fue un golpe irracional, dirigido al corazón del sentido común y me di cuenta que la razonabilidad había dejado de ser una categoría a utilizar. Me colocaron en el mundo del pavote. Yo puedo desear que cuelguen a Cavallo, pero es el deseo del derrotado. Yo asumí la condición del derrotado, en un mundo donde supuestamente yo era famoso, popular y célebre. Pero me sentía un derrotado. Y fue un tirón fuerte.
–¿Hay alguna cuenta pendiente en su carrera?
–Son fantasías que le fueron impuestas al actor por el mundo de la exigencia cultural. Siempre hay cosas pendientes. Cuando tenés 30, es algo, cuando tenés 40, otra cosa. Yo a esta altura de mi vida, con mi edad, comprendo a un Rey Lear. Lo entiendo en términos temporales. Pero también es verdad que de vez en cuando se despierta un bichito que está dormido, o personajes que no hice y ya no puedo hacer.
–¿El 2013 no fue un buen año para usted?
–No lo fue. Tuve poco trabajo. Esto me pasa porque los grandes medios de producción están en manos de empresas que no adhieren a mis ideas. Hay canales que hace años que no me llaman. Yo sé por qué me ningunean. Es el precio que pago por evitar el rebaño. A una edad en la que los caminos profesionales se acotan, el trabajo lo tengo que cuidar mucho y no puedo ni debo hacer cualquier cosa. Hay cosas que hay que decir que no. Tampoco es un acto de heroísmo. Pero me siento feliz de haber podido ver esto que pensé que nunca iba a poder ver. La militancia de la gente joven, recuperar el espacio político, saber que sirve para cambiar, que tiene sentido militar.
–¿Vincula la falta de trabajo a sus ideas políticas?
–En un punto sí, pero no quiero quedar como una víctima. El problema no es Magnetto, el problema es la gente que hace fila para golpear su puerta, porque es la misma que golpeaba la puerta de los cuarteles. La culpa no es del gringo que nos compra, es el criollo que nos vende. Yo conozco mucha gente que es así. Que dice que la culpa es de Magnetto para quedar bien con el progresismo, pero le importa una mierda el país. Gente que no quiere pagar nada. Que las expensas las pague el pobre. Ya los conozco. Ya fueron gobierno. Ya los viví. Los miro corriendo de noche, de lejos y puedo distinguir perfecto cuál es un hijo de puta. No me hace falta más.


Szifron, Lanata y los "intelectuales torpes"

Como nunca le había pasado antes, la vida privada de Federico Luppi fue expuesta en los medios en los últimos dos años. Primero, con declaraciones de su ex mujer, Haydée Padilla, de quien se separó en 1978, y luego por la mamá de su hijo en Uruguay.

–¿Cómo vivió ese momento de exposición?
–Estuvo absolutamente vinculado con que yo me tiré contra dos divas grandes (Susana Giménez y Mirtha Legrand). Yo dije lo que dije y durante un mes tuve al canal América, fundamentalmente, y luego a los otros canales, mañana, tarde y noche haciendo guardias en mi casa. Yo tengo guardado el audio de una entrevista que le hace Ernestina Pais a Haydée, con un nivel de canallismo tan exageradamente perverso y ridículo... pero bueno, lo emitieron. Dijeron que casi soy gay, que no leo ni la solapa de los libros, que mi definición política es ambigua, etcétera. El entusiasmo de Ernestina Pais era notable.
–¿Piensa que buscaron hacerle daño?
–Había un momento en el que había referencia a un grupo de actores como Bonin, Romano y yo, que éramos un poco las figuras kirchneristas de la cultura y había que golpear ahí. Una de las grandes patas de la discusión política profunda se da en el campo de la cultura. Me mandaban cámaras a la casa, al teatro, para insultarme con la cámara al lado para que yo estallara.
–¿No se arrepiente de haber hablado de Susana y Mirtha?
–No, porque lo que ellas dicen es políticamente imborrable y obsceno. Y esas referencias sirven para catalogar a la gente que se junta con ellas. Yo sostengo lo que dije de esta gente, porque sus programas son un campo de operación política, una plataforma para venderse.
–¿Qué opina de lo que pasó con Damián Szifron, cuando dio su mirada sobre las causas de la inseguridad?
–Me pareció genial lo que dijo él. Hace un planteo agudo y sin trampas. Los que no lo entendieron, tampoco les importaba entender. Es gente que no ha hecho demasiado esfuerzo para desmentir que son bobos, tienen poco piné intelectual. Son torpes, intelectualmente torpes, hasta para deformar lo que decís. Son torpes. Es muy curioso que en la Argentina de hoy la estrella periodística sea Jorge Lanata. El comportamiento de él en la actualidad habla de una muy profunda veta perversa, que es anterior al kirchnerismo. Nadie que tenga una carrera digna llega a niveles de tanta bajeza moral. No creo que haya sido producto de una decepción política.


Un drama de amor con el sello Strindberg

Ojo por ojo se refiere a un tema inagotable: el triángulo amoroso. En la historia, un extraño llamado Gustavo (Federico Luppi) se presenta en el balneario en el que su ex mujer, Tecla (Erica Rivas), pasa unos días con Adolfo (Darío Dukah), su actual marido. Aprovechando la ausencia de Tecla, Gustavo vulnera, sutil pero efectivamente, la confianza que Adolfo tiene en su matrimonio. Gustavo juega con ventaja. Adolfo no sabe que aquel al que considera su mejor amigo, no es sino el antiguo marido de su mujer.
"El texto se vuelve un drama irrespirable, pero la cualidad del comportamiento de los personajes le da mucho humor. Strindberg tenía dificultades de relación con el mundo. Matrimonios durísimos, una cualidad fronteriza pronunciada y su relación social era desacomodante. No tenía paz. Les tenía bronca a las mujeres. Se enamoraba profundamente y después era una cruenta batalla para poseerlas,  dominarlas y cualquier dificultad antagónica lo sumía en deliberaciones esquizoides. Pero tenía su gran escape en la escritura, como le pasa a los talentosos", define Luppi.
El actor reconoce que la obra de Strindberg lo asusta. "Este es el texto de un señor que escribía profundo y grande y no se puede soslayar eso", piensa. La obra Acreedores fue escrita en 1888. Dice Luppi sobre esos tiempos: "Era una época de muchos genios sueltos. No sé cuánto tenían de conocimiento mutuo. Me imagino que las referencias de los grandes genios de la época, incluso el propio Freud, serían datos sueltos."


FUNCIONES

Ojo por ojo se presenta a partir del 29. Viernes, sábados y domingos en el Teatro Margarita Xirgu: Chacabuco 875.

Fuente: Tiempo Argentino

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